domingo, 12 de junio de 2011

Dawkins: Dios probablemente no existe II

Los diálogos que Dawkins sostiene con diferentes interlocutores creyentes en sus documentales parten de una duda que podemos considerar razonable. Y algo parecido me atrevería a decir de El espejismo de Dios. Dawkins interroga desde una perspectiva bien precisa algunos de los temas de la religión. Es cierto que Dawkins quiere cuestionar la idea de Dios y no sólo una manifestación suya, pero su esfuerzo deja bastantes temas en el tintero porque, sin percibir ni honrar las diferencias entre los tres monoteísmos, critica desordenadamente principios que corresponden a uno u otro de los monoteísmos. Las diferencias no son banales y la aplicación estricta del método científico no debería distraerse con relación a estas diferencias. Su metodología es, en este sentido, apenas pseudo-científica. El capítulo tercero de su libro ampliamente vendido en el año 2006 y cuya versión castellana del 2009 es ya la sexta, revisa una serie de argumentos a favor de la existencia de Dios. No se detiene en absoluto a explicar el sentido que tienen las palabras “existir” o “argumento” (que no se confunde con “prueba” y que sin embargo el autor parece identificar). Dawkins intenta dialogar con cada uno de los argumentos, pero no conoce la historia de los mismos que, si creemos en la evolución que él profesa, supondrá importantes replanteamientos. En efecto, cada “argumento” es reducido a su evidencia tangible como si se tratase de un hallazgo desentendido de contexto, historia, intra, extra e intertextualidad. Este vacío hermenéutico quita seriedad a su trabajo que desde entonces no tiene otro fin que la divulgación.
Si bien es cierto el aislamiento es parte del método científico hay que tener la suficiente agilidad y versatilidad para restituir la parte en el todo de lo contrario el análisis será parcializado. Es decir, Dawkins completa con su propia interpretación los vacíos que producen su propia metodología. Pero si los vacíos intencionales que Dawkins deja en el camino fueran “controlados” por la metodología y se redujesen notablemente, todavía quedaría pendiente el tema de la intervención. En efecto, aun respetando el retorno del objeto estudiado al todo, ningún científico estará libre de intervenir en el mismo.
Pero además el problema es que Dawkins no es consciente de estar dialogando con autores que expresan argumentos, él dialoga con argumentos y comprenderlos supondría levantar un poco la mirada. No es siempre cierto que la razón tiene razón porque maneja mejor el principio de coherencia interna.
Mi hipótesis es que Dawkins no está familiarizado con su propio método. La ciencia no sólo parte de la ignorancia con respecto a la realidad o a la naturaleza. La ciencia tiene que manejar y administrar la duda y, en este sentido, me permito decir que la duda como método no aparece realmente como estrategia de sus investigaciones. La duda sólo aparece en su función retórica, es decir en ningún momento Dawkins se deja tomar por la duda como tal; sólo la administra retóricamente con el fin de persuadir. Después de todo, esa es precisamente la finalidad de la retórica. Tal vez Dawkins no leyó La evolución creadora de Bergson en la que su autor afirma con sencillez y sin pretensión que la vida desborda la inteligencia. Y tal vez esta afirmación bergsoniana resulte ser más racional que aquella que Dawkins considera autoevidente. En efecto, la tesis que trato me parece no ser consciente de la confianza casi irracional en la inteligencia. ¿Cómo puede Dawkins confiar tanto en las posibilidades de una inteligencia cuyo juicio basado en evidencias no ha dejado de equivocarse a lo largo de la historia? No se me ocurrirá por supuesto concluir la existencia de Dios por el hecho de que no pueda fiarme de la inteligencia (me refiero tanto a la razón como al entendimiento). Pero la duda que hubiéramos creído que se convertiría en método sólo es un pretexto para decirse cuán coherente puede llegar a ser una racionalidad cuyo valor de verdad descansa sobre la experimentación. Pero ni siquiera la experimentación es cierta. Toda la filosofía contemporánea nos lo ha enseñado y repetido: no existen sino experiencias interpretadas. Cuando sostengo que la tierra tiene más de 15 mil millones de años sólo puedo decirlo si interpreto la experiencia de su antigüedad.
Pero la increencia va más allá de Dawkins. Aunque parezca un poco prematuro. Este fenómeno expresa no sólo el mecanismo a través del cual se realiza la secularización. Expresa también la imposición de una racionalidad que siempre se mostró más eficaz y más rápida.