viernes, 15 de mayo de 2015

Contra pusilanimitatem

El título me lo sugirió una antigua referencia que explica el sacramento de la confirmación en términos salir de un espíritu de pusilanimidad. Pero no me interesa ahora referirme al sacramento, sino al sentido que se encuentra detrás de la pusilanimidad que caracteriza al catolicismo en el Perú. En efecto, entiendo que nuestra idiosincracia tiende a estandarizar formas de estar en la vida que funcionen, aún a riesgo de que sea mediocremente. Esto es lo que ocurre con lo que quiero llamar el catolicismo estandarizado en el que un amplio sector se ha acostumbrado a estar. Entiendo que este modelo es pusilánime, enclencle o mediocre cuando no experimenta movimiento. Es pusilánime cuando, carente de cultivo, se queda en la visión infantil que recibimos todos desde el catecismo. No puedo determinar con seguridad que las migraciones de católicos hacia otras religiones, y sobre todo, hacia el ateísmo descansen en esta falta de cultivo, pero es el caldo de cultivo ideal. 

Acaso la clericalización de la Iglesia sea la primera causa de esta debilidad y de esta costumbre que consiste en no detenerse a pensar la fe. Lo que reclamo, con cierta preocupación, es que el creyente se ocupe de pensar lo que cree y no se permita a sí mismo el ocio de conformarse con respuestas a la medida de la infancia. La consecuencia directa de esta pusilanimidad es la fragilización del mensaje evangélico que ha pasado así a ser peligrosamente un instrumento para reproducir el statu quo.  

Contra pusilanimitatem: estar en contra de algo no es suficiente para considerarse un ser vivo. Es una falsa causa y revela una forma de abstracción. Pero estar contra la fe mediocre es una excelente manera de comenzar a profundizar en nuestra relación con Dios sin conformarse con respuestas que nos dejen tranquilos en nuestra posición despreocupada. Más vale no ser católico que ser uno que se conforma con mínimos.