El evangelio del 25 de diciembre trae el solemne inicio de San Juan: “En el principio ya existía la Palabra y la
Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios”. Frente a los otros tres
evangelios que describen la historia de Jesús al familiarizarnos con las
condiciones de su venida, este evangelio “completa” la información y eleva la descripción
hasta el origen divino, hasta un origen no conmensurable. Por la pluma de San Juan podremos entender lo que señala el areopagita: "el ser de todas las cosas es la divinidad que está por encima de todos los seres" (Scoto: 253). Y es que, en efecto, El (Jesucristo) desciende solo y asciende con una multitud. "De los hombres ha hecho dioses quien siendo Dios se hizo hombre" (Scoto: 307). Este es también el destino de cada uno.
Aunque es San Mateo quien hace
manifiesta la genealogía de Jesús, Lucas y Marcos se sitúan en una
perspectiva análoga a la suya que consiste en precisar cómo fue el
nacimiento de Jesús: hay más detalles, más descripciones, más narrativa. Es como si quisieran responder al creyente de aquel
momento que se pregunta de dónde procede
su fe. Y la respuesta se reconoce en la narración: la fe viene de más
atrás, por eso hay que hacer historia, especialmente si esto supone detenerse
en una genealogía. En el lenguaje bíblico la sucesión de nombres en la
genealogía no es banal.
- 1. La genealogía está asociada al engendramiento. Cada nombre viene de otro que lo precede y al recomponer esta generación podemos ver un hilo compuesto de personas que se conservan unidas entre sí. Se funda de esta manera una solidaridad. Jesús está igualmente asociado por solidaridad con un grupo, con un pueblo y con una cultura, pero al mismo tiempo hay un salto, una ruptura a la que me referiré enseguida.
- 2. Estas generaciones constituyen la historia. La historia no es el conjunto de hechos, sino el conjunto de nombres cuyos rostros evocan también la presencia de Dios. Las generaciones se unen para “cantar a Dios y sus obras” (Sal. 145,4). Pero si lo que nos une es esta solidaridad, también habremos de ver que estamos unidos a una generación bendecida o que ha rechazado a Dios.
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