En el mes de diciembre del año pasado tuve un diálogo en torno a la moral atea con Helmut Kessel, que fue animado por Víctor Andres García Belaunde. Al comenzar el diálogo me preguntaron si podía demostarse la existencia de Dios. Mi respuesta fue automática y fue en este sentido: no es posible y pretender hacerlo es una pérdida de tiempo.
Algunas personas que no tengo el gusto de conocer alegaron en contra de mi afirmación por ignorar en apariencia o, por lo menos, por no servirse de los argumentos que desarrolla sobre todo la teología natural para demostrar la existencia de Dios. Quisiera explicar porqué considero que no es posible demostrar la existencia de Dios y porqué es una pérdida de tiempo querer hacerlo. Aclaremos, sin embargo, que negar la demostración no pone en absoluto en cuestión la existencia de Dios.
1. Partamos del principio. Los clásicos argumentos desarrollados por la teología natural para "demostrar" la existencia de Dios no pretenden desarrollar una demostración en el sentido científico contemporáneo. Quienes usaron este recurso creían perfectamente en Dios y se dirigían a un público que no hubiera tenido ni siquiera la tentación que pensar que Dios fuese una quimera. Propiamente hablando, la intención de demostrar la existencia de Dios aparece en la filosofía cartesiana en el siglo XVII. Pero aún allí habría que decir, a favor de Descartes, que él considera que Dios es una evidencia racional, por lo tanto qué necesidad habría de esgrimir una prueba.
2. Las pruebas son inútiles. Contemporáneo de Descartes, pero en las antípodas de éste, Pascal ofrece un balance sumamente crítico de todas las pruebas. Las pruebas son inútiles y no convencen a nadie, dirá Pascal. Y sostendrá que lo único que podría ser digno de llamarse prueba (pero no lo es en el universo de la teología natural) es el testimonio o la prueba moral. Dicho de otro modo, la existencia de Dios se acepta a través de la experiencia de una vida coherente. En este sentido, las pretendidas pruebas para demostrar la existencia de Dios son charlatanería.
3. La finalidad de las "pruebas". Las pruebas que se desarrollaron sobre todo hasta el siglo XVII (aunque existen nuevas versiones y nuevos intentos como los de Lane Craig) tenían otra finalidad. Cuando Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, desarrolla las cinco vías para probar la existencia de Dios, hay que considerar que se trata de un creyente que se dirige a creyentes; no se puede hacer una abstracción de este espacio de comprensión, de este espacio "hermenéutico". Si esto es así, la finalidad no es probar que Dios existe como lo hace la ciencia desarrollando un procedimiento empírico-racional para poner en evidencia la verdad de una teoría. La finalidad de San Agustín, San Anselmo, Santo Tomás, entre tantos otros es dar cuenta de lo que se cree, explicarse la coherencia de lo que se cree.
Pero las pruebas tienen una debilidad respecto de la cual los medievales tenían clara conciencia: no es posible operar una reducción lógica de la existencia de Dios. Deus est semper maior y pensar lo contrario, como lo pretenden algunos neo-teístas, es un error. Estos últimos pretenden demostrar la existencia de Dios y recurren a una creencia distinta de la profesada por la mayor parte de autores a los que se refieren acaso por un desliz en la lectura de los mismos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario