Las mujeres se manifiestan porque durante siglos se ha vehiculado una imagen terrible de la mujer: objeto, subordinada, llena de fragilidades, etc. Ya no es suficiente con decir resignadamente como se ha hecho muchas veces "es que las sociedades latinoamericanas son machistas"; en adelante decir eso y sentirse satisfecho será mediocridad y estupidez. Por supuesto que nuestra sociedad es machista, pero no se puede aceptar como hecho inamovible. Los males sociales, como el machismo, existen porque han sido capaces de reproducirse a lo largo de años de permisibidad y de complacencia. Para erradicar, o por lo menos tener a raya, el machismo habría que poner en revisión la imagen de la mujer que circula como parte de nuestro inconsciente colectivo. Y pienso que para que haya una imagen justa de la mujer hay que confrontar al machismo imperante con todas sus pobrezas.
En este sentido, el machismo es conservador porque quiere mantener su hegemonía. Machismo que exacerba los sentidos con reggetones que explícitamente incitan a la violencia sexual ; machismo de los baños de "caballeros" donde a despecho de algunos la horda allí congregada grita a voz en cuello su virilidad; o del prepotente que se impone porque es más fuerte; machismo del que el burdel forma parte de su natural porque "tiene necesidades"; o del que conserva y mantiene a su mujer y a la sucursal con la complicidad de los "amigos" incapaces de decirle que debe ocuparse de los suyos. Denso, ¿no? Pero si no atacamos al machismo en su estilo de vida, no cambiaremos la percepción sobre la mujer y la "cultura" de la frivolidad seguirá garantizando que la mujer sea tratada como prolongación exitosa del bacán, o como utensilio de cocina, o como cualquier otro objeto cuya dignidad resulte anecdótica.
¿Cómo ha venido a durar tanto tiempo el machismo entre nosotros? En primer lugar porque se ha introducido en la psique, en el lugar en el que se producen los deseos y se ha convertido en un producto consumible. ¡Cuántos años hemos soportado las absurdas publicidades de la cerveza Cristal! Es verdad, parece que ya no lo hace, pero todavía lo recordamos, ¿no? Lo digo a propósito de ese concepto manido de recordación de la marca. Si no fuera por la formación que recibí en mi casa y en el colegio probablemente creería que "mujer" es el nombre de un objeto más o menos articulado y que se puede consumir a granel sin perjuicio ninguno. En segundo lugar, el machismo se enquistó entre nosotros porque se vinculó con el humor criollo cuya chispa celebramos con frecuencia. Ese humor merecería otro tanto de estudio porque nos ha hecho sobrevivir en tiempo de crisis, es verdad, pero su permisibidad es nefasta. El humor criollo puede convertirse en una herramienta legitimadora de los abusos contra la mujer porque, después de todo, puede dar risa (a mí, por cierto, no me da risa). En tercer lugar, lamento decirlo, pero creo que algunos medios de comunicación tienen responsabilidad directa en el fortalecimiento de las estrategias machistas. Puedo poner ejemplos si me lo permiten. ¿Por qué la famosa página de malcriadas en algunos diarios (el Trome) o revistas (como Caretas)? Quizás eso no llegue a ser pornográfico, pero sí es vulgar y condena a la sociedad a consumir sin un mínimo de exigencia. No se niega que pueda haber en la cultura una referencia a lo erótico que guarda, sin duda alguna, una relación con lo estético, pero no me digan que poner malcriadas en las últimas páginas tienen algo de estético. Más bien forma parte del mismo conservadurismo (en este caso conservar el consumo medio para seguir vendiendo) del machismo que ya se ha agotado. En este sentido, liberarse del machismo exige imaginación para reinventar hasta el modo de vender diarios.
Ignacio de Loyola solía decir que el mal actúa tratando pasar desapercibido, o sea caleta, pero que se desinfla en cuanto de pone en evidencia, es decir cuando le dicen: "ampay". Este es el comienzo de su desmontaje. Cuando las mujeres deciden marchar en la calle y dicen "basta" ponen en evidencia todas las pobrezas de los machismos de antaño y comienzan a desarticular las estrategias tejidas a lo largo del tiempo por el mal.
Para que no parezca que sólo me quedo en el problema quisiera terminar con algo positivo: no habría manifestación el 13 de agosto si no fuera posible cambiar las cosas; si no hubiera entre nosotros la capacidad de mirar las limitaciones y de proponernos hacer mejor las cosas, pero la toma de conciencia supone a veces más tiempo del que creemos.