domingo, 6 de julio de 2014

Sabiduría de pobres

Hace unos días escuché que Magaly Medina había sido contratada por Frecuencia Latina y que pronto comenzaría un nuevo programa de entretenimiento bajo su batuta. Pensé que podríamos vernos libres de este tipo de programas por un tiempo más largo, pero ya que no ha ocurrido lo que esperaba, quisiera sentir que no soy el único que está en contra de programas que reproducen un sistema liberal de consumo para conservarnos en este estado de infancia o adolescencia. La televisión en el Perú me da pena. No entiendo cómo puede parecernos normal que desfilen por la televisión u otros medios de comunicación capítulos de la vida personal de seres humanos. Falta decoro, discreción, dignidad. ¿Cuándo será tiempo de poner en cuestión la ideología de la libertad de expresión? Si no somos capaces de poner límites a este mal entendido ejercicio de la libertad retrasaremos por mucho más tiempo la elaboración de una cultura ciudadana, la construcción de una nación que se reconozca no sólo por comer rico y bastante.

Por el bien del Estado hay que reconocer que éste se ha mostrado poco eficiente en la regulación de programas de esta índole. Y hasta podría alguno pensar que es normal no regular a los medios de comunicación porque tienen libertad y porque, en parte, se basan en la libertad de elección del consumidor. Sabe Dios si el consumidor puede realmente elegir porque, después de todo, ¿quiénes pueden escoger? Pues bien, las mismas personas que han decidido contentarse, y hace mucho, con lo que se les ofrece, y por lo tanto, lo consumen de buen agrado: un poco de violencia por aquí, otro poco de sensasionalismo por allá, una pizca de sensiblería y muchas imágenes lo suficientemente capaces de exacerbar la emotividad que nos habita. Son las mismas personas que el modelo de cultura que nos rodea les impide tener un resquicio de espacio para hacerse de su libertad. No creamos, pues, que las personas cambiarán el canal si antes no han tenido oportunidad de formarse y este es el reclamo que legítimamente debemos dirigir a los medios de comunicación que han preferido vender ante todo.

Escoger supone una distancia con los objetos sobre los que se debe tomar una decisión. Pero los medios se han puesto al servicio de un sistema que funciona por saturación, es decir su tarea consiste, en muchos casos, en impedir que los potenciales consumidores tengan espacio o tiempo para distanciarse o para tomar otro camino. De esta manera, sospecho que podremos tener la sensación de que tanto más consumimos, tanto más necesitamos consumir más. Pero no todos consumen, cierto. El modelo económico que nos gobierna globalmente ha puesto del otro lado a quienes no le son útiles y allí están los marginales, los pobres, los impuros de la sociedad que se caracterizan por no poder decidir, por no poder consumir. Ellos no pueden consumir ni elegir como aquellos que están dentro; cierto, el modelo liberal los ha puesto fuera pero, precisamente por esta razón son también quienes podrán interrogar desde esta posición a quienes caigan bajo el espejismo del consumo de enlatados para no ver lo real. ¿No será acaso posible pensar en una sabiduría a prueba de enlatados, a prueba del consumo exagerado que solapa el hecho real de estar tocados por la contingencia y por la fragilidad? 

A esta situación de excepción la podemos llamar sabiduría de pobres no sólo porque están fuera. Creo que reciben la vida en su exposicion y en su fragilidad. No creo que tengamos que oponernos a los programas de entretenimiento, ni a lo que la vida puede ofrecernos como ocio. Imagínense, ¿qué estaría diciendo si afirmara tal cosa? El punto está en no permitirnos el facilismo de consumir todo lo que aparece y en no pensar que simplemente está bien cualquier cosa so pretexto de que podemos no tomarlo. 


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